domingo, 11 de noviembre de 2012

2 - Semana Santa y Romerías



Peirón del Calvario


La Semana Santa

La Semana Santa en Cucalón se celebraba de forma tradicional, siguiendo los ritos que marcaba la Santa Madre Iglesia.

Comenzaba el Domingo de Ramos, para recordar la entrada de Jesús en Jerusalén. Consistía en una solemne Misa y procesión con los ramos. Estos ramos los había traído previamente el tío Eusebio, el sacristán, del monte de Badules y posteriormente lo haría el tío Felipe, que también sería sacristán.

Durante estos días los altares se cubrían con telas moradas en señal de duelo, de forma que todas las imágenes quedasen como sin vida, tapadas por estos lienzos.

El Jueves Santo se celebraba la Misa de la Última Cena, "In Coena Domini",  por ser el día de la Institución de La Eucaristía y del Sacerdocio. Después de la Comunión el sacerdote llevaba el copón con las hostias sobrantes al sagrario del Monumento. Esto se hacía bajo palio, portado por las "Fuerzas Vivas" del pueblo. El Monumento, que había sido montado con anterioridad, podía ser visitado por los fieles durante estos días. Después de la misa, el altar quedaba despojado de todo atisbo de ornamentación, incluido el mantel que lo cubría a diario, quedando al descubierto la madera y la piedra de su construcción. A partir de este momento ya no se permitía hacer sonar las campanas, ni siquiera la campanilla de los monaguillos que era reemplazada por una matraca.

El Viernes Santo era el día considerado como el de mayor tristeza y no sonaban las campanas. Incluso la campanilla de los monaguillos era sustituida por una matraca. A los niños se les prohibía cantar, gritar o silbar o cualquier otro signo que significase la menor muestra de alegría. Pero se les permitía salir a la calle, dando vueltas al pueblo disimulando el regocijo que esto les proporcionba, atronándolo con matracas y carracas (carraclas les llamábamos) a la vez que repetían sin cesar el consabido sonsonete: a-ma-tar-los-ju-di-oooos. Como si de un mantra se tratara. Hoy este hecho lo consideraríamos como un acto de xenofobia o racismo.

Por la mañana había oficios religiosos con poca concurrencia, ya que la asistencia no era obligatoria, según las normas eclesiásticas y por la tarde tenía lugar la "Feria in Parasceve", seguida de una procesión. La feria era un día de descanso y el parasceve la preparación que hacían los judíos el día anterior a la festividad del sábado, pero en estas fechas estas ceremonias religiosas se mencionaban en latín. En la procesión, encabezada por la cruz cubierta con un crespón negro, eran portadas en andas la Virgen, con vestiduras negras en señal de luto, y San Juan Evangelista. Se realizaba un Viacrucis hasta "El Calvario", donde se habían colocado cruces de madera, una por cada estación. En la duodécima estación cada uno tomaba una piedra que la depositaba encima del peirón, el cual se rodeaba y se regresaba de nuevo a la Iglesia donde el Sacerdote pronunciaba el sermón llamado de "La Bofetada".

El Sábado Santo se celebraba el rito de la Resurrección. Se iniciaba con unos golpes dados con la Cruz en la puerta cerrada de la Iglesia, que entonces se abría de par en par, penetrando todos los fieles en el templo para celebrar la misa. En el Gloria empezaban a sonar las campanas para anunciar la resurrección de Jesucristo y se quitaban los lienzos del altar. Finalmente el cura realizaría la bendición del agua, que posteriormente recogeríamos con recipientes para llevarla a los hogares y con ella se llenaban las pilas de agua bendita que existían en muchos dormitorios en la cabecera de la cama.  Independientemente, el Párroco pasaba por las casas para bendecirlas, rociando con agua bendita los patios y a la vez se le obsequiaba con alimentos, generalmente huevos.

Por la tarde las mozas, encerradas en la Iglesia, vestían a la Virgen de blanco por la Resurrección del Señor. A este rito no podían entrar los mozos, aunque lo intentaban por todos los medios, convirtiéndolo en un rifirrafe que más bien era un juego picaresco entre jóvenes de ambos sexos. También subían a la torre para bandear las campanas, mientras se pudo, antes de hundirse la iglesia.

El día de Pascua después de la celebración de la solemne Misa se hacía la Procesión de "El Encuentro". Por un lado iba la Virgen y por otro el Niño. Se encontraban en "El Barrio Verde". Allí se hacían las cortesías que eran unas reverencias entre las banderas, las cruces y las imágenes. Terminados estos actos, todos juntos volvían a la Iglesia donde terminaban los actos religiosos.




Ermita de San Lorenzo

La Romería a los Santos

Algo debía tener esta época del año en rituales precristianos, coincidente con el equinoccio de primavera, para que la Iglesia creara una fiesta al aire libre concurrente en el lunes siguiente a la Pascua de Pentecostés. Y en muchos lugares de España se celebran romerías para celebrarlo. El más claro y famoso ejemplo de ello es la Romería del Rocío.
Pues bien, también nosotros siguiendo una vieja costumbre de nuestros antepasados, celebrábamos este lunes siguiente a la Pascua de Pentecostés, una fiesta entre religiosa  y profana: la Romería a los Santos, San Lorenzo y San Bartolomé.

Madoz al escribir sobre Cucalón decía:

y a una hora las de San Lorenzo y S. Bartolomé, situadas en un hondo que apenas penetran los vientos, y distantes entre sí media legua;

Era una bonita excursión que se iniciaba en la iglesia del pueblo, desde donde solamente unos cuantos fieles, generalmente jóvenes y andariegos y acompañados por el Sacerdote y monaguillos, empezaban la romería por el camino de la Sierra hacia la primera ermita, San Lorenzo (1237 m. altitud), en la partida denominada "La Cañada". Allí antiguamente el oficiante y mirando hacia la Sierra como si se tratara de un rito ancestral, bendecía los términos y los fieles rezaban unas sencillas oraciones implorando al Santo por la bondad de las cosechas.

La ermita de San Lorenzo se construyó el año 1943 en el mismo lugar, aunque más pequeña que la anterior, ya que amenazaba ruina.




Ermita de San Bartolomé


A continuación y a campo través por una estrecha senda, se dirigían a la segunda ermita donde esperaban la mayoría de los vecinos del pueblo. Estos habían subido por un buen camino, el del Río, con carros y caballerías engalanadas con aparejos festivos, tomando a continuación el de "La Huerta", llamada así porque en este minúsculo microclima se cultivaban en terrazas unos pequeños huertos, bastante productivos. Antes de emprender la última cuesta para llegar al Santo, San Bartolomé (1189 m. altitud), podías echar un trago de agua fresca en la fuente también llamada de "El Santo", con la que se regaban los huertos mencionados.

En esta ermita se ven unas ruinas de rústicas viviendas, que bien pudieran tratarse de algún despoblado.

A este respecto, Rafael Esteban Abad en su Estudio histórico político sobre la ciudad y Comunidad de Daroca, como ya hemos dicho en “Cucalón en el pasado histórico”, al enumerar los pueblos desaparecidos dentro de la comunidad, da como correspondiente a esta sesma el de Puerto Eliche, (en otros documentos también nombrado como Portus Orrich, Puerto Élice o El Puerto, simplemente), cuyo término al desaparecer, fue agregado a Cucalón.
        
Este núcleo aparece mencionado, junto a Cucalón, en las Rationes Decimarum Hispaniae (1279-80). Es decir, que está debidamente documentado, que en el año 1280  existía un poblado cerca de Cucalón con el nombre mencionado.

Volviendo de nuevo a la romería y reunidos todos los asistentes en la ermita de San Bartolomé, se procedía a la celebración de una solemne misa con sermón. Terminado el acto religioso, iban todos por grupos a coger sitio para preparar una suculenta merienda, acompañada con vinos de la tierra, obsequio del Ayuntamiento. Las señoras del Alcalde y Concejales hacían lo propio, preparando la merienda para las autoridades del pueblo.

La alegría reinaba por doquier sobre todo de los niños y los jóvenes, que jugaban y bailaban mientras los mayores comentaban sobre cosechas y ganados, añorando las romerías de antaño. Al atardecer, después de despedirse del Santo, vuelta a casa. Durante el trayecto los mozos, entre canción y canción, jugaban al Monte Villaco (probablemente era una tergiversación de la expresión Miente bellaco) consistente en juegos de palabras a las que tenía que contestar el nombrado en la frase. Si se equivocaba en la contestación o no estaba atento cuando le correspondía, debía pagar una sanción consistente en beber un trago de vino. Como se puede comprender fácilmente, para estos mozos ya "calientes"  por el vino ingerido durante toda la jornada, estos últimos tragos terminaban de bordar su situación anímica.

En la actualidad, y debido a la despoblación, la romería se hace en domingo, para que los no residentes en el pueblo puedan asistir y pasar un día agradable. Y la subida a los Santos ya no se hace en carros y caballerías, sino en coches y tractores. Incluso alguien llegó a proponer, para evitar los inconvenientes del desplazamiento, la construcción de una sola ermita junto al río.

Esperemos que esta fiesta se mantenga.

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